Época: Renacimiento Español
Inicio: Año 1500
Fin: Año 1599

Antecedente:
Arquitectura burgalesa del siglo XVI

(C) Ismael Gutiérrez



Comentario

A través de cualquiera de los tipos arquitectónicos señalados puede verse la relación existente en la arquitectura burgalesa del siglo XVI con las etapas anteriores, ya que, en rigor, ninguno de ellos se trata de una nueva creación. Todos parten de construcciones medievales, de las que se toman los elementos esenciales, adaptándolos a nuevas formas, pero para desempeñar funciones semejantes, cuando no iguales. Así el tipo de hospital de planta basilical de tres naves, cuyo mejor ejemplo lo encontramos en el Hospital de la Concepción, repite en esencia el tipo de enfermería creado en el Hospital del Rey, construcción del siglo XIII a cuya fecha se adaptaron los soportes octogonales y cubiertas planas.
En el Hospital de la Concepción, aun cuando se cambia, de acuerdo con la época de construcción, a partir del año 1545, el tipo de soporte, no se alteró en modo alguno el concepto espacial y funcional. Consta, como se ve igualmente en el Hospital del Rey, de tres naves, con la central muy elevada respecto a las laterales, concebida como amplio espacio longitudinal de tránsito, que culmina en la capilla, en tanto que las naves laterales, más bajas y estrechas, estaban destinadas a alojar las camas de los enfermos, que podían ser fácilmente aisladas y, al mismo, estaban situadas de forma que los pacientes podían asistir a los oficios religiosos sin abandonar el lecho.

Se trata de una consideración distinta del alojamiento y atención a los enfermos que se traduce en una también distinta concepción y uso de los espacios que, a la vez, son comunitarios y susceptibles de total individualización, algo imposible de hacer en una enfermería concebida como ámbito único. La misma organización se repite en las enfermerías destinadas a los hombres y la de las mujeres, totalmente separadas en cuanto al espacio, pero unidas con la zona destinada a albergar los servicios comunes que se levanta perpendicular a las enfermerías, con amplia fachada a la calle.

La gran innovación que se introdujo en este Hospital de la Concepción, respecto a su modelo medieval, fue la construcción de una galería de convalecientes, a finales del siglo XVI, casi al mismo tiempo que se levantó la del monasterio de El Escorial. Este tipo de hospital, que podemos llamar burgalés, tuvo su continuidad en las nuevas enfermerías construidas en su lugar de origen, el Hospital del Rey, durante el reinado de Felipe V, rehabilitadas recientemente para usos universitarios.

La construcción de palacios o casas señoriales fue una de las actividades constructivas que mayor auge alcanzó durante el siglo XVI. La casi totalidad de estos edificios fue levantada por los mercaderes enriquecidos con los negocios que mantenían con los diversos países europeos, de tal manera que aplicaron sus caudales a la erección de sus viviendas y en sus sepulcros y capillas funerarias. Sin embargo, el modelo que se siguió en todas ellas, con ligeras variantes, fue el ya existente en Burgos, que encontraron como ejemplo a seguir en la Casa del Cordón, el palacio de los Condestables de Castilla que, a su vez, ofrecía un doble ejemplo: la planta de patio central y la de mirador porticado o loggia abierto al jardín, éste aprovechado de una construcción anterior, del siglo XIV, en que se unían la arquitectura y la Naturaleza.

El primer tipo, el palacio de planta central, acaso por ser el más aristocrático, no se siguió en Burgos más que en un solo caso, la Casa de Miranda, en la que el Abad de Salas, don Pedro de Miranda Salón, Protonotario Apostólico residente en Roma, nos dejó la impronta de su saber humanístico, según ha demostrado el profesor Santiago Sebastián, dotándola del simbolismo de casa del amor espiritual, especialmente visible en el patio de dos pisos, en que los dinteles descargan sobre columnas con precioso capitel -zapata- y el antepecho de la planta alta se decora con los escudos familiares y relieves representando parejas de amantes clásicos. La fachada principal presenta la típica organización de planta baja en piedra y las superiores en ladrillo, marcada la división por una imposta en nacela, que es el material y disposición que adoptan todas las fachadas civiles burgalesas, a diferencia de los edificios públicos cuya fachada principal es toda la piedra.

El palacio de Peñaranda de Duero es una de las construcciones civiles más interesantes de la provincia. Aunque construido por el conde de Miranda, hijo de una Fernández de Velasco, conserva la tradición de esta familia en la decoración interior a base de cubiertas de madera y yeserías mudéjares. La gran fachada principal, que forma uno de los lados de la irregular y monumental plaza, pertenece a la primera fase constructiva, destacando la portada con decoración renacentista muy plana, coronada por un busto de Hércules, que sirve de arranque a un programa iconográfico que se desarrolla en los medallones con cabezas de las enjutas del gran patio central, de construcción posterior, en el que destaca la gran escalera de tipo conventual con tribuna. La fachada principal se atribuye a Felipe Bigarny.

El modelo más seguido en la arquitectura de las casas señoriales es, como se ha dicho, el de patio posterior de tres lados con los laterales muy estrechos, abierto a través de su pórtico al jardín o huerta anejo a la vivienda. La fachada principal, siempre de piedra en el basamento y ladrillo en las plantas superiores, adopta dos formas peculiares. Una de ellas es la limitada por cuerpos semicilíndricos que sobresalen a ambos lados del plano de fachada, a modo de cubos, de origen militar que, en unos casos, alcanzan toda la altura del edificio, como es el caso del Colegio de San Nicolás -con fachada totalmente en piedra, cual corresponde a un edificio de uso público -, o enmarcan solamente las plantas superiores, que es la organización visible en la llamada Casa de los Cubos, igual a la que ofrecía su vecina, la Casa de los Lerma, de la que sólo se conserva la planta baja. El otro tipo de fachada es el que, partiendo de la de la Casa del Cordón, presenta dos torres laterales, que es la disposición que vemos en la casa de Iñigo de Angulo, construida por don Lope Hurtado de Mendoza, embajador de Carlos I en Portugal, y la antigua Casa de los Gamarra, conocida como Palacio de Castilfalé, sede del Archivo Municipal desde su reciente y magnífica restauración.

Este tipo de construcción, con origen en la ciudad, se extendió por todo el territorio burgalés, conservándose un elevado número, con una mayor concentración de edificios en aquellas zonas en que existía una mayor tradición histórica, en relación con el origen de los distintos apellidos y linajes que se ligaban a un determinado lugar, razón que llevó a muchos prohombres a construir no tanto un palacio o casa para residir, como un edificio para dejar constancia de la antigüedad y nobleza de su linaje, ya que, en su mayor parte, estas casas solares fueron erigidas por personajes que desempeñaban altos cargos al servicio del Rey, por lo que residían en la Corte o fuera de ella, pero, en todos los casos, fuera del lugar en que levantaron tan majestuosos edificios.

Las razones señaladas explican la abundancia de este tipo de edificios en el norte de la provincia, sirviendo a título de ejemplo las construcciones de Espinosa de los Monteros, en especial el Palacio de los Chiloeches, y localidades próximas y las del valle de Valdivielso, a las que deben unirse numerosos edificios en otras localidades de la zona, destacando los excepcionales palacios, en estado de ruina, de Cadiñanos y Villasana de Mena, entre otros, y la fachada original de la Casa de los Valtierra, en Sasamón. La simple enumeración de todos los conservados en todo o en parte es imposible. En general, todos estos edificios responden a un tipo común con artística fachada que, a diferencia de las de la ciudad, son en su totalidad de piedra, con decoración renacentista de grutescos en los vanos; especialmente destacada es la portada coronada por el o los escudos del constructor que alcanzan inusual desarrollo, y la fachada posterior abierta al jardín, que no falta en ningún caso.

Dentro de este amplio muestrario de casas -palacio destacan por su singular concepción varias construcciones que, sin detrimento de su significación como casas señoriales, más bien subrayando y afianzando el señorío de sus constructores, suman a la misma la función de residencias de campo o, acaso con mayor exactitud, para disfrutar de la vida del campo, naturalmente y como correspondía a tales poderosos señores, sin experimentar al mismo tiempo ninguno de sus inconvenientes. A este tipo de residencias campestres pertenecen el Palacio de Saldañuela y el de los Salamanca, en las afueras de Huérmeces.

En ambos casos, que no son únicos, la presencia de amplios miradores, más bien terrazas porticadas, a modo de loggia o belvedere, es signo inequívoco de su función de lugar destinado al reposo y la contemplación del paisaje. En el Palacio de Saldañuela la terraza centra y define la fachada principal, en tanto que en el de Huérmeces se levanta en uno de los laterales, desde donde se disfruta la mejor vista del paisaje. En ambos casos, se han asociado estos elementos con precedentes renacentistas italianos, de los que se ha supuesto son mera copia. Idea que si no es falsa -opinamos que, en efecto, lo es- resulta, al menos, muy discutible si se consideran los antecedentes vistos en la Casa del Cordón y otras construcciones civiles burgalesas.

Análoga finalidad, pero con caracteres muy distintos a las anteriores, presenta la llamada Torre de Olmosalbos, construida por el matrimonio Gamarra de la Serón, acaudalados comerciantes, que en las proximidades del Palacio de Saldañuela levantaron su residencia campestre o de recreo siguiendo el modelo medieval de torre señorial, de aspecto defensivo, desarrollada en altura, coronada de almenas y con escasos vanos. Al mismo tipo responde una casa en Quintanapalla, que se levanta en el núcleo de la población, y que responde a un modelo de vivienda propio de los hidalgos o pequeña nobleza rural. Si bien las casas de estos hidalgos, en general, responden a una forma tradicional que se identifica con la llamada casa de labrador, de dos plantas, construida en piedra, y con alargada fachada principal, con ventanas y, más raramente, con balcón central, en la que sobresale únicamente la portada de arco de medio punto de amplia rosca coronada por el escudo o los escudos familiares, completado con algún elemento decorativo renacentista. Las estancias de la planta baja solían quedar reservadas para servir de cuadras y almacenes, en relación con la agricultura, a la que se asocia igualmente el gran patio posterior. Es el tipo de casa que definido en estos momentos pervivirá con escasos cambios hasta fecha reciente. Un bello ejemplar es la Casa de los Miranda Salón, en Villaverde Peñahorada, que presenta hasta cinco escudos de armas, que llenan la rosca del potente arco.

No faltan ejemplos de palacios en los que no se siguen los modelos vigentes en Burgos. El construido por don Fernando López del Campo, señor de la Villa, en Melgar de Fernamental, hoy Ayuntamiento, es el más claramente italiano, como obra que es de los arquitectos italianos Baltasar Carlone y Angelo Bagut. En tanto que en Sotopalacios se levantó la llamada Casa de los Toros, con un bello balcón de esquina, insólito en Burgos.

Aunque no presentan un especial valor artístico, es interesante recordar las llamadas casas de vecindad, de estrecha fachada y gran desarrollo en altura, tal y como es posible ver en el catastro de algunos lugares de la ciudad, aun cuando en su mayoría se trate de edificios de construcción posterior. Una de las de este tipo mejor conservadas es la que, frente a la Puerta Real de la catedral, albergó la imprenta de los Junta, herederos del impresor Fadrique de Basilea.